La segunda etapa del hotel se concibió como una extensión natural de Finca Tré, diseñada para integrarse con la atmósfera ya consolidada del resort. El proyecto buscó reforzar la relación con el paisaje vinícola del Valle de Guadalupe, manteniendo un lenguaje arquitectónico local y minimalista. La ampliación aporta nuevos espacios funcionales y estéticos, concebidos para complementar lo existente sin desplazarlo.
El cliente buscaba ampliar la capacidad de hospedaje del resort, sin desentonar con su atmósfera ya construida. La intervención debía reforzar la conexión con el entorno vitivinícola del valle, manteniendo el lenguaje arquitectónico local y proveer sensación de retiro. Se pidió una ampliación coherente, que sumara valor funcional y visual, sin restarle protagonismo a lo ya existente.